sábado, 7 de enero de 2012

R.I.P. Beethoven, por Wallace Wells.

En mi casa estamos muy tristes porque nuestro perrito Beethoven ha muerto.



Grandísimo hijo de puta que se va al cielo de los perritos. He aquí la biografía de este músico canino que nunca será reconocido lo suficiente:

Sus padres eran feísimos. Su madre era una pekinés coja, la nariz le moqueaba constantemente y siempre tenía el colmillo izquierdo fuera de la boca. Se llamaba Linda -a veces el humor de mis padres me llega al corazón-. El padre era como una rata grande. Yo estaba presente en el momento del acto sexual pero nadie me había explicado cómo follaban los perros así que me asusté mucho. La rata además de horrible eyaculaba rápido y tras dos sacudidas parece ser que descargó. Cuando el amo de la rata se dio cuenta intentó separarlos pero se habían quedado como pegados por el culo y no había manera de parar esa danza macabra. Al final tuvo que hacerlo a patadas mientras yo lloraba y gritaba que no le pegara a mi perra. Terrible.

De esta horripilante fecundación y de unos padres tan feos no podía nacer nada bueno, y de hecho, los primeros perritos que nacieron eran bastante discretitos. Pero tras la última convulsión ahí estaba, una cría preciosa, blanca con manchas marrones y un flequillito que habría causado furor a finales de los noventa. Era tan guapo que nos quedamos con él. La belleza a menudo no trae más que problemas. Nació medio sordo así que era muy difícil educarlo. Esto unido a la rebeldía clásica de los artistas hizo de él un perro desobediente y meón.

Desde pequeño Beethoven sintió interés por la música y con frecuencia se meaba en mis discos. Esto dio lugar a una broma privada entre una amiga y yo, pues un día que ella vino a mi casa a estudiar yo fui a poner de fondo el disco "Entre el cielo y el suelo" de Mecano pero cuando abrí la cajita cayó un chorrito de pipí a mis pies y a partir de ahí re-bautizamos el disco como "Entre el cielo y el suelo: pipí".

Como tenía ese problema de sordera había súper desarrollado su sentido del olfato y a menudo olía las amenazas antes que otros perros así que normalmente era el primero en ladrar. Casi siempre era el único. A veces de madrugada nos obligaba a todo el vecindario a escuchar conciertos de ladridos y aullidos que sólo le gustaban a él mismo.

Pero su obra cumbre la realizó en otra ocasión. Una tarde me había quedado solo en casa estudiando. Mi padre había comprado un jamón enorme que colgó del techo precisamente para que los perros no le hincaran el diente. Pues bien, estando la casa en silencio empiezo a oír un "pom pom" continuado. Me asusté mucho pues solo estaba yo en la casa y el ruido venía de dentro, de eso no había duda. Investigué por todas las habitaciones hasta que allí estaba: Beethoven estaba saltando para llegar hasta el jamón, cada vez que saltaba le pegaba un mordisco y del golpe lo lanzaba contra la pared, por cada mordisco un pom pom. El maldito en un momento se había zampado media pata de cerdo y había creado una sinfonía con un muro y un jamón.

Murió sin ser reconocido como el gran compositor que fue en vida pero yo siento el deber de honrar su nombre con este epitafio nacido de la admiración, el respeto y sacos y sacos de Eukanuba. Beethoven, desde el fondo de mi corazón hasta donde estés: Guau.

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