domingo, 15 de enero de 2012

Cualquier cosa menos normal, por Wallace Wells.

Yo soy gay

¡Surprise!



Pero no siempre fue así…

Me crié con una panda de niños salvajes muy adelantados sexual y drogadictamente. Yo era como un Mowgli de ciudad pero en vez de taparrabos vestía pantaloncitos de pana. A los trece años las boqueras pasaban de unos a otros como estampitas en el recreo. Y las drogas… aaaah, aquéllos tiempos en los que no había dinero ni para tabaco… Tanto era así que un día hasta nos fumamos una propaganda enrollada del Supersol.

En una ocasión a mi mejor amigo y a mí nos invitaron a una fiesta de cumpleaños donde iba a haber muchas chicas así que emocionados –uno más que otro, la verdad- fuimos para allá. Recuerdo que yo llevaba una camiseta en la que aparecían dos extraterrestres follando y debajo rezaba Escaliente X que causó sensación. A los trece años, si tenías suerte y ya te había cambiado la voz ligar estaba chupado. En esa fiesta encandilé a dos niñas, con tan mala suerte que una de ellas era la cumpleañera y yo decidí hacerme el heterosexual con la otra. Las noticias salieron a flote tan rápido como el gas de una botella de Fanta al agitarla y le explotaron en la cara a la anfitriona que llorando nos echó de la fiesta a mi amigo y a mí.

También recuerdo que por aquel entonces me empezaba a encerrar en el cuarto de baño a hacer trabajos manuales y me llevaba un póster de Ricky Martin y una foto de una mujer en tetas que había recortado de un anuncio de desodorante FA para no sentirme mal. Pocas cosas en mi vida me han costado tanto como tener que virar la vista de Ricky a las tetas en el segundo antes de eyacular.



Poco después conseguí una novia a la que yo quería de verdad e incluso llegamos a segunda base.

Comerse un coño no tiene nada que ver con chupar ostras ni almejas ni mejillones, lo tengo que decir. Es más como trazar el alfabeto árabe con la punta de la lengua. Es un truquito que comparto con todos ya que a mí no creo que me vuelva a hacer falta.

Y en fin, así fue llegando el final del Instituto, de los veranos del amor y de las fiestas petting, de las tardes de fútbol, bicicleta y phoskitos, de la Mtv, de robar latas de cerveza y chicles para el aliento, de pasar los días en la piscina desde la mañana hasta la noche.

Hasta que un chico me besó y lo complicó todo para siempre.

Aun hoy, siempre que tengo un día duro me tumbo en la cama con las luces apagadas, me pongo el primer disco de Avril Lavigne y lo canto en voz baja, mirando al techo. Me lo sé de principio a fin. Me recuerda a cuando todo era más fácil.


2 comentarios:

  1. Si alguna vez Emmett o Cam me nombran a Avril Lavigne negaré todo esto.

    Wallace.

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  2. Yo también me lo sé de pé a pá, tranquila. En la próxima salida por Liberty Avenue me lo llevo, que además esa canción diría yo que es mi prefe junto a I'm with you, que la cantaba mucho imaginándome mi historia de amor con TU vecino.

    Emmett.

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