lunes, 13 de febrero de 2012

Hurtos, reformas, rupturas y venéreas, por Emmett Honeycutt.

¡He vuelto!


Llevo 15 días sin aparecer por aquí (qué bochorno), aunque la verdad que no ha sido por falta de acontecimientos relevantes que comentar…

He tenido 7 exámenes en menos de 2 semanas, lo que me ha dejado sin tiempo ni para respirar. He terminado con sarpullidos en los ojos y con la espalda peor que Madonna después de dos piruetas. Para una chica estudiosa y obsesa de la lectura como Cameron, esto sería pecata minuta, pero a mí me ha supuesto los 15 días más horribles de mi corta existencia. Aunque eso quizás se haya visto agravado por otros hechos que ahora comentaré.


Para empezar, me han birlado la BlackBerry.
Yo soy una de esas personas ancladas en el pasado que todavía tiene un Samsung sin internet ni nada. En Septiembre mi compañía telefónica me dijo que me regalaba una BlackBerry por la permanencia y tal… Bueno pues tuvieron que pasar 4 meses hasta que en Enero, por fin, me avisaron de que la enviaban.
¿A vosotros os ha llegado? Pues a mí tampoco.
Resulta que el repartidor se ha dedicado a fangarse móviles, portátiles y televisores como un subnormal y claro, le han pillado en un plís… Lo cual no significa que a mí me haya llegado ya mi móvil, no…


Por otro lado, he estado de reformas en mi habitación, lo cual me ha generado un estrés que calculo me habrá quitado 3 años de vida. Llevo 4 ó 5 días montando muebles, reubicando los muchos objetos inservibles de mi dormitorio, enyesando, lijando, pintando, atornillando… Me he sentido como un fornido obrero entre tanta herramienta.


(Esto es lo que Emmett cree que está pasando)


(Esto es lo que realmente está pasando)



Al final el resultado no ha sido el que esperaba y el cuarto está un poco esperpéntico… por intentar tapar agujeros con capas de pintura nueva, mis paredes parece que tienen vitíligo.


También en estos días, he conseguido por fin romper con el mal besador. Mi objetivo principal cuando le conocí era tirármelo, luego pensé que quizás pudiese ser un marido en potencia, pero al poco me di cuenta de que ni de broma, pero es un encanto y me cae muy bien, y morbo me sigue dando un rato…
Él llevaba como 3 semanas demasiado lanzado desde nuestra cita: llamándome, mandándome mensajes y utilizando demasiados apelativos cariñosos cuando, realmente, no había pasado absolutamente nada entre nosotros… Un poco desquiciado, la verdad.
Tenía miedo de que reaccionase como Glenn Close en Atracción Fatal,  pero cuando le expuse los hechos y puse mis sentimientos sobre la mesa, se lo tomó bastante bien. Ahora me sigue hablando a diario pero se centra más en calentarme el rabo y decirme guarrerías que en intentar llevarme al altar.
Objetivo conseguido.


Pero estos 15 días no habrían sido los mismos sin una nueva compañera de fatigas…
El 30 de enero, víspera de mi primer examen, en una de mis muchas tardes de estudio en las que me entretengo poniéndomela morcillona pero sin llegar a nada más, me dio por mirar hacia abajo y ver en mi zona genital algo tal que así.
Acongojada, llamé enseguida al médico especialista en cosas del querer y allí que me planté en menos de media hora, en una sala de espera en la que estábamos: 4 maricones, 2 gitanas, 3 negros, una prostituta cubana, una prostituta española y anciana, y un transexual.
Yo, que soy una chica de moral distraída, tendré muchos defectos, pero el bareback no es uno de ellos. La doctora (y las 2 alumnas de prácticas que había con ella...) observaron mis síntomas y me tranquilizaron, dándome un diagnóstico, una cura, y una sonrisa compasiva.
Mañana recojo mis análisis de sangre y la doctora le echará un vistazo a mi amigo, a ver qué tal anda…

Y esta es mi vida… Me he pasado los últimos 15 días estudiando, remodelando, rompiendo corazones, de querellas con Vodafone y avisando a mis amantes de los 2 últimos meses de que posiblemente deban hacerse una revisión. Por suerte no es nada grave y todos se lo han tomado genial… se ve que me codeo con auténticos gentlemen en el catre.

Eso sí, llevo 20 días sin sexo (y eso incluye el sexo en solitario) y estoy que me subo por las paredes…



miércoles, 8 de febrero de 2012

La noche que tuve que fregar dos veces, por Wallace Wells.

Os voy a contar la historia de un día que iba a follar y acabé limpiando una meada y un vómito, y nos echamos unas risas, si?

Resulta que hace unos años terminé una relación muy larga con un chico que me marcó mucho así que estuve un tiempo dando tumbos por la vida y me dio por echarme otro novio sin siquiera habérmelo follado. Tampoco es que yo fuera dando palos de ciego, ya le había besado, se la había comido y había comprobado que tenía un pito bonito así que me lo tomé como garantía de buen empotrador. ERROR.

Nos habían invitado a una fiesta en casa de unos amigos suyos muy, muy pijos y luego una amiga nos había dejado su casa para dormir así que estaba claro que esa noche íbamos a chingar. Yo no podía estar más caliente. Recuerdo que había mucha bebida, mucha comida y mucha gente que era doctora y se conocían del trabajo así que las conversaciones eran un poco cerradas porque yo ese mundo no lo controlo así que me pasé la velada solo en mi mundo, imaginando cosas cochinotas. Mi novio estaba en su salsa porque aunque él tampoco era doctor empezó a beber una copa tras otra y estaba muy suelto. De vez en cuando se me acercaba por detrás y me decía cosas guarris al oído en plan “después te voy a dar carne con tomate para ti y para tu prima” y cosas así. Yo me estaba poniendo tela ya imaginando las cerdadas en nuestra cama.



A esto que me dieron ganas de mear. El cuarto de baño era enorme y súper recargado, como el resto de la casa. Los azulejos eran blancos con muchos ornamentos florales y patos y cosas de campiña cordobesa. De pronto llaman a la puerta, era mi novio que se meaba a chorro y que no podía aguantar más así que le dejé entrar. Mientras me lavaba las manos se me pasaba mucho por la cabeza comérsela ahí mismo con toda la gente en el salón pero era una fiesta con mucha circunspección y decoro, cuando me doy la vuelta y lo veo metido dentro de la bañera meando de pie en los azulejos. Estaba más chisposo de lo que yo creía. Me puse muy nervioso porque no sabía qué hacer ahora así que le dije que se fuera él al salón y yo me quedé limpiándolo. Lo más fácil habría sido abrir la ducha y darle a los azulejos con el chorro pero si lo hacía podían escuchar el agua y se preguntarían qué hacía yo ahí dentro así que tuve que coger papel higiénico, mojarlo un poquitito y frotar toda la pared. Trabajo de chinos.



Cuando terminé le dije que nos fuéramos. Quería llegar pronto a la casa porque le veía ya tambaleándose y con la mirada perdida de haber bebido mucho y temía por mi polvo. Cortando el viento llegamos a la casa, subimos las escaleras, nos quitamos la ropa y nos tiramos en la cama. Él estaba muy perjudicado, apenas se mantenía en pie así que me tumbé boca arriba en la cama y lo coloqué encima de mí, yo con una pierna en Roma y otra en Cancún para facilitarle el acceso y todo pero veía que aquello no tiraba, él estaba mirando al frente con los ojos cerrados, como apunto de cantar una saeta muy sentida cuando de pronto se giró y echó una pota enorme en el suelo. El pobre se fue llorando al baño a seguir vomitando y yo a por una fregona a volver a limpiar. Era un potaje precioso, con pocos tropezones, espeso y blanquecino. 


Ironías de la vida, parecía una corrida gigante. :-(


jueves, 2 de febrero de 2012

"Adiós, Moscú", por Cameron Tucker.

El Ruso me abandóno anoche, miserablemente. 

Y no sólo me ha abandonado sino que, además, ha confirmado mis "paranoicas" teorías de que había vuelto con Curvy Love y que llevaba con ella desde Navidad. Así que, después de todo, yo llevaba razón y él, en "El incidente de nochevieja", se hizo el ofendido por una acusación que era verdad. Un mes, pues, de engaños y cama compartida. Y una amarga despedida para una historia que, de otra forma, habría sido preciosa. 

Y con su despedida no sólo se van las cosas que han sido, sino las que podrían haber llegado a ser. Y no digo yo que nuestra historia fuese perfecta, pero uno (de naturaleza soñadora) había fantaseado alguna vez con alguna que otra postal idílica... ¿y quién podría culparme? Nadie.

Nos había visto en una pequeña boda de septiembre, al aire libre y sin chaqués, con sillas blancas y una jupa llena de flores, y farolillos por los árboles. Nos había visto pintando una casa en Connecticut, con pocas habitaciones pero espaciosas, manchándonos de pintura turquesa mientras sonaban los Carpenters. Me había visto consiguendo un puesto en Columbia, enseñando literatura victoriana. Le había visto montando una pequeña empresa de fontanería, con una camisa de cuadros y una camioneta sin parte de atrás (como la de Mike Delfino), con pocos beneficios pero mucha ilusión. Nos había imaginado en sábado por la mañana, mientras él jugaba con nuestro perrete en el jardín, y yo leía en una hamaca. Nos había visualizado con dos pequeños: rubios y valientes como El Ruso, con gafas de pasta y ambición como yo (mis ensoñaciones oníricas no entienden de imposibilidades físicas o genéticas). Le había visto en el jardín enseñando a batear al pequeño mientras yo coloreaba con la niñita. Le había visto volviendo a casa con los dos, después de entrenar al equipo de alevines, mientras yo preparaba una tarta. Y nos había imaginado haciéndonos mayores, discutiendo a veces, saliendo con un par de amigos, ahorrando para la universidad y aprovechando para pasar las vacaciones en las ciudades donde a mí me invitasen a dar cursos de verano (ya había planeado cambiar mi billete de primera clase por dos en turista, y la reserva de mi hotelazo por un apartamentito en el centro de París o de Buenos Aires). Nos había visto cuando el pequeño se fuese a una facultad de la Ivy League, mientras la mayor seguía trabajando de camarera, para mi disgusto, intentando crearse una carrera como escritora, para mi orgullo. Y sí, nos había visto de viejecitos, viendo la tele, cuidando del jardín y paseando de la mano. Pero bueno... ¿quién no se ha montado alguna vez una peli más grande de la cuenta?


Y es que a pesar de que a mí se me llenase la boca con mi actitud de feminista liberada (como Carmen Alborch) asegurando que "era sólo una aventura" y que "disfrutaría de ese ruso de 21 años y metro ochenta mientras pudiese y que, después, me quitasen lo bailao", en realidad tengo que confesar que, a lo largo de estos meses, me ha gustado cada vez más y más.

  
El Ruso se bajó de mi coche hace 24 horas, seguramente para empezar una vida con su novia "a la que conoce de toda la vida" y "que es parte de su mundo", después de reconocer que "se había portado como un mierda" y de desearme que "ya vendría otro que me tratase mejor que él" (a lo que yo, en un gesto de patetismo SIN LIMITE, le respondí que "yo no quería que fuese otro, quería que fuese él"), no sin antes sugerir que "podíamos seguir viéndonos como hasta ahora" ya que "lo que tiene con ella es diferente a lo que tiene conmigo". Huelga decir que yo me negué a esta última propuesta... ya que la figura de "la otra" es preciosa en la poesía y en la copla, pero muy poco agradecida en la vida real. También sobra decir que, desde entonces, el mundo es un poco más gris: ni el arcoiris gigantesco que vi esta mañana desde el autopista mientras iba al trabajo tenía el menor brillo o el menor sentido. 

Pero sobreviviré. Yo soy un superviviente. Mi segundo marido, al abandonarme (por otra mujer, por cierto, que menudo tino para los hombres tengo yo) me arrancó el corazón y le echó sacos de sal. Desde entonces yo viví en el desierto, y eché raíces en el infierno... pero El Ruso había llegado por sorpresa, trayendo juventud y alegría y, en cierto sentido, me salvó. Ahora me quedo con su recuerdo, con sus comentarios absurdos y sus silencios besugueros, y con las cosas que me enseñó; a cambiarle la fecha al movil, a usar bien la calefacción de mi coche, a conducir por terrenos escarpados, a no temer a los perros de razas peligrosas... 

Pero bueno... por mucho que lo asuma y lo lleve dignamente, no quita que me apene. Yo, en el fondo, sabía que él no era mi Mr. Darcy... pero a saber cuándo aparece éste, si es que lo hace. Ahora que todo ha acabado veo que El Ruso ha sido, un poco, como Tag para Rachel K. Green: un precioso regalo previo a encontrarse con su verdadero amor. Un regalo que apareció cuando el verano empezaba a esfumarse, y que se va cuando el invierno está en lo más crudo. 


Ahora sólo queda consolarme un poco y reponerme. Viendo lo visto he decidido que me voy a consagrar a la ciencia: si los hombres no son lo mío, al menos haré algo útil para la humanidad o mi curriculum. Seré como uno de esos monjes medievales que consagraban su vida a iluminar manuscritos con dibujos de dragones y textos clásicos. 

Si al menos no fuese abstemio podría beberme una botella de vino blanco, y olvidar. Si al menos no estuviera a dieta podría ahogar mis penas en helado de caramelo del Mercadona. Pero como no me voy a tirar al barro me he comprado algunas cositas en Amazon, que es el consuelo que encontramos la gente lista cuando tenemos algún disgusto.
Adiós, Ruso. "Siempre que el viento sople en el campo pensaré: Lowenstein... Lowenstein..."