miércoles, 4 de enero de 2012

A Very Emmett Christmas.

Ayer, después de almorzar, salí tempranito en busca de regalos navideños. Lo tenía todo muy bien planeado: mi madre quería un neceser de Women’Secret, para mi padre un cinturón, y a mi hermana iba a comprarle un disco de Malú o Zahara... Todo ello podría encontrarlo en un centro comercial muy cercano a mi casa y no me llevaría más de una hora, con lo que tendría toda la tarde libre para dedicársela a mis ejercicios de adelgazamiento.
Pues bien, lo que empezó tan organizado en mi cabeza, terminó como una odisea de casi 4 horas pateándome todo Woodsboro en busca del puto neceser y un regalo alternativo para mi padre, ya que la zorra de mi hermana le había comprado ya un cinturón…

El tema de los regalos es muy escabroso. Comprarlos es una mierda, y más si es para gente que apenas conoces y te dan igual, como la familia por ejemplo. Pero peor es, sin duda alguna, recibirlos. Siempre que me dan un regalo, tiemblo de miedo e imagino las peores catástrofes mientras abro lentamente el envoltorio entre escalofríos y sin respirar. Y a pesar de esto, muchas veces consiguen superar mis expectativas y regalarme algo aún más horripilante de lo que podía imaginar.



Aquí va mi Top 5 de regalos terroríficos, ordenados por regalador:


5. Las 3 tías solteronas: Flora, Fauna y Primavera.
Hermanas de mi padre, me aman. Desde muy pequeño tuvieron obsesión conmigo, pero a la hora de regalar, se les escapo de las manos. Siempre que me preguntan, yo digo “dinero”, obviamente, pero estas 3 son muy cursis y apretadas y opinan que es de muy mal gusto regalarle dinero a un sobrino. En lugar de eso, un año me regalaron cada una, una camiseta casi idéntica. Las 3 de Pull&Bear, las 3 de manga larga, las 3 del mismo color burdeos oscuro horroroso… Vaya, la única diferencia era el dibujo (y tampoco eran muy distintos). Me dijeron que no sabían que regalarme así que fueron las 3 juntas y me lo compraron todo a juego... En fin...




4. Ex novio sin corazón.
Mi ex tenía por costumbre regalarme cosas a la mínima, le sobraba el dinero y como poco una vez al mes caía alguna chorradilla. Era muy tierno en este aspecto, sí, y es cierto que me regaló cosas increíbles en un par de ocasiones. Pero estamos aquí para rajar, y éste un día la cagó.
Con motivo de una de nuestras rupturas, pacífica y dramática al más puro estilo Los Puentes de Madison, de la que ya hablaremos en otra ocasión, el pobre muchacho me quiso regalar algo para que me acordara de él… Y me suelta un osito de peluche al que le olía el culo a chocolate (verídico)… muy del novio de una chica de 13 años. Otra vez me regaló una especie de peluche de plástico de un perro con rotuladores mágicos, que podías escribirles y luego se borraba sólo… Horrible.

(En realidad leyéndolo no suena tan mal y la zorra parezco yo… Pero que le jodan, eran unos peluches horribles)



3. Tía-abuela acoplada.
La hermana de mi abuela, en conjunto, se lleva el premio a la peor regaladora de la historia. Siempre que la veo en Navidad hago apuestas con mi hermana sobre lo que nos regalará esta vez… Algunos de sus momentos estelares fueron la cartera de anciano, la pulsera de 1 euro de cuero falso del mercadillo, la otra pulsera de 1 euro de cuero falso del mercadillo, la vela en forma de Taj Mahal o un par de libros viejos que tenía en su estantería (con el polvo y todo). Así es ella señores. Lo más impactante es que, mientras a mí me regala cosas así, a mi primo pequeño de 10 años le regala 30 eurazos y se queda tan pancha.



2. Familia materna: los Bush.
Por parte de madre somos una familia muy numerosa, la gran mayoría bastante fachas y malvados. Y a mí, por supuesto, debido a mi ideología política (sí, la tengo), a mi homosexualidad y a muchos otros factores, me tienen un cariño “especial”. En Noche Vieja en casa de mis tíos se tenía por costumbre dar regalos a los primos más pequeños al principio de la noche, y más tarde a los mayores se les daba dinero. Cuando yo tenía unos 11 ó 12 años, repartieron los regalos entre los primos pequeños, y para mí no había nada. Me emocioné rápidamente porque me di cuenta de que ya me consideraban de los mayores, y sabía que al final de la noche me darían mi aguinaldo como a los demás…

Pues no. A los pequeños regalos, a los mayores dinero… Se tuvo por bien considerar que yo no pertenecía  a ninguna de esas 2 categorías y me quede con las manos vacías mientras mis otros 12 primos disfrutaban felices de la Noche Vieja más amarga de mi vida.



1. Mi propio padre.
Si la historia anterior os ha parecido triste, ésta es ya para morirse de la pena, os aviso.
Era mi cumpleaños, creo que cumplía 7. Se había estrenado Aladdin y yo había pedido muy encarecidamente que me regalasen la Barbie de Jasmin. Lo pude estar pidiendo perfectamente meses, día tras día sin parar, y menuda fue mi sorpresa al desenvolver el regalo y encontrarme con un juguete para machotes en plan coche o pistola... Recuerdo lo mal que me sentí, primero por la decepción por parte de mi padre, y después por la vergüenza de haber pedido algo que no debía. Le di las gracias con cara de perro pachón y me fui triste hacia mi habitación, desde dónde escuché a mi madre echarle la bronca a mi padre y ordenarle que me llevase en ese mismo momento a devolver el regalo. Mi padre así lo hizo, decepcionado con su hijo y a la vez avergonzado por haber obrado mal.
Cuando llegamos a la tienda (todo el camino en silencio), mi padre me indujo a que, al menos, escogiese el Ken de Aladdin… Y yo no supe decirle que no.

Ese día comprendí que mi padre jamás me querría tal y como soy, y aprendí lo que significaba ser gay.



Y así acaba mi entrada hoy.


Emmett.

1 comentario:

  1. Joder, Emmett de mi vida, me has dejado con el cuerpecito cortao...
    Aunque, te digo una cosa, yo le veo el puntoa la vela del Taj Mahal, eh?

    Cameron.

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