viernes, 30 de diciembre de 2011

Ennis del Mar, por Cameron Tucker.

La primera vez que El Ruso me besó estábamos en mi habitación, hacía cinco minutos que nos conocíamos y el verano se empezaba a esfumar del calendario. Hoy, una estación después, y ya en invierno, hemos tenido nuestra primera discusión. 

Me gustaría poder contar que en aquel momento mágico sonaba una canción preciosa, mítica y romántica... pero, en realidad, Britney gemía desde mis altavoces. Antes de tocar a El Ruso, ya estaba embriagado por su olor. Antes de que me besase, ya me temblaban las piernas. Ninguno de los dos sospechábamos que ese momento, que ese beso, era tan importante para el otro: yo nunca había besado a un chico tan guapo, él nunca había besado a un chico. Pero de eso no me enteraría hasta mucho después. 

Sus aires de cowboy ya se habían dejado intuir en sus sinuosos y seguros andares por mi pasillo: como el que conoce el terreno, como el que domina el momento. Pero fue cuando sus manos se posaron en mí cuando, realmente, sentí su fuerza telúrica, su firmeza ancestral. Sin yo saberlo, el mismísimo Ennis del Mar se había colado en mis tierras.

Sus manos (recias, viriles) me estremecieron ese día como lo han seguido haciendo estos meses después: haciéndome sentir protegido, deseado, en manos expertas. El Ruso consiguió, contra todo pronóstico, saltar las barreras autoimpuestas y, poco a poco, asentarse sin estridencias en los salones más privados de mi corazón. 

Después de un tiempo compartido (que en aquel momento pareció glorioso, pero que el tiempo demotraría que era fácilmente superable por ambos) pensé que El Ruso era un regalo del destino del que sólo podría disfrutar una vez... Pero esa vez se repitió, una y otra vez (siempre sintiendo que podría ser la última) y, lejano ya aquel septiembre, ha llegado la navidad. 

Y yo, tan inseguro como enamoradizo, tengo que reconocer que estoy loco por El Ruso. En todo este tiempo he estado muy contento y orgulloso de "lo bien que he llevado este tema". Al fin y al cabo, la presencia de Curvy Love era un secreto a voces, y viéndonos sólo un par de veces por semanas, tampoco sabía en realidad mucho de qué hacía El Ruso en su cotidianidad... Pero con el tiempo llegó el apego, y con el apego, las preguntas. 

Lo mejor de El Ruso, además de su apariencia de modelo, de su virilidad y de la forma en que besa, es que nunca pone problemas y que todo le parece bien. Él es justo lo que yo quería: alguien sencillo, que no se complicase ni me complicase la vida... Pero un par de acontecimientos en las últimas horas (mi encuentro fugaz con Curvy Love en una tienda de Woodsboro, la fortuita aparición de una foto de ésta en una red social...) han llevado a que yo complique una relación que sólo se sostenía en la simplicidad. Y a El Ruso le ha sentado fatal, pero fatal fatal. Me ha soltado cuatro frases cortas y sin terminar, me ha dicho que él no sabe nada de ella, y me ha pedido que le lleve a casa. Y se ha bajado del coche sin mirarme, sin girarse desde la acera como hizo sólo hace unos días.

Herir a El Ruso ha sido como abofetear a Bambi. Y yo me siento muy culpable.


3 comentarios:

  1. Si quieres sentirte culpable por algo que sea por estropear una noche genial, pero que sepas que si se siente ofendido es por su incapacidad de comprometerse... Y eso, querida, no es culpa tuya.

    Emmett.

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  2. Me gustaría decir un "amén, hermana" de los míos. Pero no las tengo todas conmigo.
    Ya veremos cómo arregla este asunto el año nuevo :)
    Cameron.

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  3. No subestimes a Britney, la segunda vez que lo hice con "El Enano" (mi última obsesión) fue con "Showdown" de fondo y fue alucinante. (traté de no hacer lipsync, aunque no estoy seguro de que lo haya logrado) :) ¿Cuál fue tu canción?

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