viernes, 30 de diciembre de 2011

Arroz Salvaje, por Emmett Honeycutt.

Como ya ha comentado Wallace, estos días hemos hecho una visita a uno de mis mejores amigos, que se está tomando un retiro forzado en la casa de sus padres, en un pequeño lugar dejado de la mano de Dios a dos horas de distancia de Woodsboro.

Durante todo el camino de ida intenté advertir a Wallace de lo que allí nos íbamos a encontrar: una especie de chabola llena de humedades y escombros en mitad de una carretera desierta; una madre de 50 que físicamente aparenta 70 pero mentalmente sólo 10 y que está, a todas miras, loca del coño; y una pequeña perra del demonio. Efectivamente, lo primero que pasó nada más llegar fue que la perra me mordió sin venir a qué y la madre empezó a defenderla diciendo que “su hijita” es muy buena y que no me había mordido…

De todos es sabido que en este curioso lugar la gente está como las tormentas (como diría Cameron).

La noche de ayer fue una completa locura… Después de unas tapas, vino dulce y copas, nos fuimos bastante contentillos a un concierto que tenía a todos como locos pero que a mí me la traía al fresco más bien. Ni siquiera el cantante de la banda, nuevo sex symbol del panorama modernillo actual, me llamaba la atención…
Al final el grupo bien, mucho baile y mucho macho… Una vez terminó el concierto mi amigo, enamorado hasta las trancas del cantante, se le acopló toda la noche y pasó de nosotros como de la mierda. Wallace y yo estuvimos bailando con las chicas y hasta con un miembro de la banda que nos tenía a las dos loquitas… Mientras nosotras nos manteníamos contentillas pero elegantes y justamente contenidas, el resto no paraba de beber cerveza como hooligans. Total, todos ciegos.



Una acabó enrollándose con uno del grupo que a mí también me ponía mucho (me ponían los 5, para qué negarlo). Otra no paraba de acosar al cantante y acoplarse en todas las fotos junto a él a pesar de saber perfectamente que era marica. Nuestro amigo dividía su tiempo entre el cantante, al que también acosaba pero de manera más disimulada, y su ex novio y por muchos años enemigo acérrimo, mientras el novio actual se daba besitos con un camarero de padre y muy señor mío (hetero). Después del intento de agresión del novio actual al ex-novio a grito de “¡¡EN MI PUEBLO NO!!”, nos empezamos a dar cuenta de lo borrachos que iban todos y de que teníamos que tomar medidas.



Cogimos a la parejita problemática, que había estado toda la noche a caballo entre los gritos de odio y el besuqueo amoroso (como siempre) y nos los llevamos para casa, no sin antes forzar a uno de ellos a vomitar mientras el otro le metía los dedos. Desde el coche podíamos escuchar el sonido del vómito mezclado con llanto y con un “te quiero mucho bebé”.

Al llegar a casa, como era de esperar, liaron la gorda. Uno estaba casi inconsciente y no podía más que tirarse a la cama, mientras el otro, que estaba convencido de que estaba sobrio, no paraba de acusar a su novio de que había bebido mucho y le amenazaba con irse. Wallace y yo nos dábamos codazos debajo del edredón aguantándonos la risa…



La tontería de estos dos nos mantuvo cerca de una hora despiertos innecesariamente, que sumado a la hora de adelanto con la que sonó el despertador de uno de ellos, hicieron un total de 3 putas horas de sueño…

Wallace y yo nos levantamos, desayunamos una Coca Cola y un vaso de leche respectivamente y recogimos nuestras mochilas, que la madre loca había colocado estratégicamente justo al lado de la escupidera del abuelo, bien cargadita de orines…

El viaje de vuelta a Woodsboro lo hicimos como dos zombies.



2 comentarios:

  1. "¡Arranca y vámonos de aquí cagando leches!"

    Wallace

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  2. Yo siempre he querido convivir con una pareja tipo Sam y Ron, para saber cómo es la experiencia.
    Cameron.

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