lunes, 13 de febrero de 2012

Hurtos, reformas, rupturas y venéreas, por Emmett Honeycutt.

¡He vuelto!


Llevo 15 días sin aparecer por aquí (qué bochorno), aunque la verdad que no ha sido por falta de acontecimientos relevantes que comentar…

He tenido 7 exámenes en menos de 2 semanas, lo que me ha dejado sin tiempo ni para respirar. He terminado con sarpullidos en los ojos y con la espalda peor que Madonna después de dos piruetas. Para una chica estudiosa y obsesa de la lectura como Cameron, esto sería pecata minuta, pero a mí me ha supuesto los 15 días más horribles de mi corta existencia. Aunque eso quizás se haya visto agravado por otros hechos que ahora comentaré.


Para empezar, me han birlado la BlackBerry.
Yo soy una de esas personas ancladas en el pasado que todavía tiene un Samsung sin internet ni nada. En Septiembre mi compañía telefónica me dijo que me regalaba una BlackBerry por la permanencia y tal… Bueno pues tuvieron que pasar 4 meses hasta que en Enero, por fin, me avisaron de que la enviaban.
¿A vosotros os ha llegado? Pues a mí tampoco.
Resulta que el repartidor se ha dedicado a fangarse móviles, portátiles y televisores como un subnormal y claro, le han pillado en un plís… Lo cual no significa que a mí me haya llegado ya mi móvil, no…


Por otro lado, he estado de reformas en mi habitación, lo cual me ha generado un estrés que calculo me habrá quitado 3 años de vida. Llevo 4 ó 5 días montando muebles, reubicando los muchos objetos inservibles de mi dormitorio, enyesando, lijando, pintando, atornillando… Me he sentido como un fornido obrero entre tanta herramienta.


(Esto es lo que Emmett cree que está pasando)


(Esto es lo que realmente está pasando)



Al final el resultado no ha sido el que esperaba y el cuarto está un poco esperpéntico… por intentar tapar agujeros con capas de pintura nueva, mis paredes parece que tienen vitíligo.


También en estos días, he conseguido por fin romper con el mal besador. Mi objetivo principal cuando le conocí era tirármelo, luego pensé que quizás pudiese ser un marido en potencia, pero al poco me di cuenta de que ni de broma, pero es un encanto y me cae muy bien, y morbo me sigue dando un rato…
Él llevaba como 3 semanas demasiado lanzado desde nuestra cita: llamándome, mandándome mensajes y utilizando demasiados apelativos cariñosos cuando, realmente, no había pasado absolutamente nada entre nosotros… Un poco desquiciado, la verdad.
Tenía miedo de que reaccionase como Glenn Close en Atracción Fatal,  pero cuando le expuse los hechos y puse mis sentimientos sobre la mesa, se lo tomó bastante bien. Ahora me sigue hablando a diario pero se centra más en calentarme el rabo y decirme guarrerías que en intentar llevarme al altar.
Objetivo conseguido.


Pero estos 15 días no habrían sido los mismos sin una nueva compañera de fatigas…
El 30 de enero, víspera de mi primer examen, en una de mis muchas tardes de estudio en las que me entretengo poniéndomela morcillona pero sin llegar a nada más, me dio por mirar hacia abajo y ver en mi zona genital algo tal que así.
Acongojada, llamé enseguida al médico especialista en cosas del querer y allí que me planté en menos de media hora, en una sala de espera en la que estábamos: 4 maricones, 2 gitanas, 3 negros, una prostituta cubana, una prostituta española y anciana, y un transexual.
Yo, que soy una chica de moral distraída, tendré muchos defectos, pero el bareback no es uno de ellos. La doctora (y las 2 alumnas de prácticas que había con ella...) observaron mis síntomas y me tranquilizaron, dándome un diagnóstico, una cura, y una sonrisa compasiva.
Mañana recojo mis análisis de sangre y la doctora le echará un vistazo a mi amigo, a ver qué tal anda…

Y esta es mi vida… Me he pasado los últimos 15 días estudiando, remodelando, rompiendo corazones, de querellas con Vodafone y avisando a mis amantes de los 2 últimos meses de que posiblemente deban hacerse una revisión. Por suerte no es nada grave y todos se lo han tomado genial… se ve que me codeo con auténticos gentlemen en el catre.

Eso sí, llevo 20 días sin sexo (y eso incluye el sexo en solitario) y estoy que me subo por las paredes…



miércoles, 8 de febrero de 2012

La noche que tuve que fregar dos veces, por Wallace Wells.

Os voy a contar la historia de un día que iba a follar y acabé limpiando una meada y un vómito, y nos echamos unas risas, si?

Resulta que hace unos años terminé una relación muy larga con un chico que me marcó mucho así que estuve un tiempo dando tumbos por la vida y me dio por echarme otro novio sin siquiera habérmelo follado. Tampoco es que yo fuera dando palos de ciego, ya le había besado, se la había comido y había comprobado que tenía un pito bonito así que me lo tomé como garantía de buen empotrador. ERROR.

Nos habían invitado a una fiesta en casa de unos amigos suyos muy, muy pijos y luego una amiga nos había dejado su casa para dormir así que estaba claro que esa noche íbamos a chingar. Yo no podía estar más caliente. Recuerdo que había mucha bebida, mucha comida y mucha gente que era doctora y se conocían del trabajo así que las conversaciones eran un poco cerradas porque yo ese mundo no lo controlo así que me pasé la velada solo en mi mundo, imaginando cosas cochinotas. Mi novio estaba en su salsa porque aunque él tampoco era doctor empezó a beber una copa tras otra y estaba muy suelto. De vez en cuando se me acercaba por detrás y me decía cosas guarris al oído en plan “después te voy a dar carne con tomate para ti y para tu prima” y cosas así. Yo me estaba poniendo tela ya imaginando las cerdadas en nuestra cama.



A esto que me dieron ganas de mear. El cuarto de baño era enorme y súper recargado, como el resto de la casa. Los azulejos eran blancos con muchos ornamentos florales y patos y cosas de campiña cordobesa. De pronto llaman a la puerta, era mi novio que se meaba a chorro y que no podía aguantar más así que le dejé entrar. Mientras me lavaba las manos se me pasaba mucho por la cabeza comérsela ahí mismo con toda la gente en el salón pero era una fiesta con mucha circunspección y decoro, cuando me doy la vuelta y lo veo metido dentro de la bañera meando de pie en los azulejos. Estaba más chisposo de lo que yo creía. Me puse muy nervioso porque no sabía qué hacer ahora así que le dije que se fuera él al salón y yo me quedé limpiándolo. Lo más fácil habría sido abrir la ducha y darle a los azulejos con el chorro pero si lo hacía podían escuchar el agua y se preguntarían qué hacía yo ahí dentro así que tuve que coger papel higiénico, mojarlo un poquitito y frotar toda la pared. Trabajo de chinos.



Cuando terminé le dije que nos fuéramos. Quería llegar pronto a la casa porque le veía ya tambaleándose y con la mirada perdida de haber bebido mucho y temía por mi polvo. Cortando el viento llegamos a la casa, subimos las escaleras, nos quitamos la ropa y nos tiramos en la cama. Él estaba muy perjudicado, apenas se mantenía en pie así que me tumbé boca arriba en la cama y lo coloqué encima de mí, yo con una pierna en Roma y otra en Cancún para facilitarle el acceso y todo pero veía que aquello no tiraba, él estaba mirando al frente con los ojos cerrados, como apunto de cantar una saeta muy sentida cuando de pronto se giró y echó una pota enorme en el suelo. El pobre se fue llorando al baño a seguir vomitando y yo a por una fregona a volver a limpiar. Era un potaje precioso, con pocos tropezones, espeso y blanquecino. 


Ironías de la vida, parecía una corrida gigante. :-(


jueves, 2 de febrero de 2012

"Adiós, Moscú", por Cameron Tucker.

El Ruso me abandóno anoche, miserablemente. 

Y no sólo me ha abandonado sino que, además, ha confirmado mis "paranoicas" teorías de que había vuelto con Curvy Love y que llevaba con ella desde Navidad. Así que, después de todo, yo llevaba razón y él, en "El incidente de nochevieja", se hizo el ofendido por una acusación que era verdad. Un mes, pues, de engaños y cama compartida. Y una amarga despedida para una historia que, de otra forma, habría sido preciosa. 

Y con su despedida no sólo se van las cosas que han sido, sino las que podrían haber llegado a ser. Y no digo yo que nuestra historia fuese perfecta, pero uno (de naturaleza soñadora) había fantaseado alguna vez con alguna que otra postal idílica... ¿y quién podría culparme? Nadie.

Nos había visto en una pequeña boda de septiembre, al aire libre y sin chaqués, con sillas blancas y una jupa llena de flores, y farolillos por los árboles. Nos había visto pintando una casa en Connecticut, con pocas habitaciones pero espaciosas, manchándonos de pintura turquesa mientras sonaban los Carpenters. Me había visto consiguendo un puesto en Columbia, enseñando literatura victoriana. Le había visto montando una pequeña empresa de fontanería, con una camisa de cuadros y una camioneta sin parte de atrás (como la de Mike Delfino), con pocos beneficios pero mucha ilusión. Nos había imaginado en sábado por la mañana, mientras él jugaba con nuestro perrete en el jardín, y yo leía en una hamaca. Nos había visualizado con dos pequeños: rubios y valientes como El Ruso, con gafas de pasta y ambición como yo (mis ensoñaciones oníricas no entienden de imposibilidades físicas o genéticas). Le había visto en el jardín enseñando a batear al pequeño mientras yo coloreaba con la niñita. Le había visto volviendo a casa con los dos, después de entrenar al equipo de alevines, mientras yo preparaba una tarta. Y nos había imaginado haciéndonos mayores, discutiendo a veces, saliendo con un par de amigos, ahorrando para la universidad y aprovechando para pasar las vacaciones en las ciudades donde a mí me invitasen a dar cursos de verano (ya había planeado cambiar mi billete de primera clase por dos en turista, y la reserva de mi hotelazo por un apartamentito en el centro de París o de Buenos Aires). Nos había visto cuando el pequeño se fuese a una facultad de la Ivy League, mientras la mayor seguía trabajando de camarera, para mi disgusto, intentando crearse una carrera como escritora, para mi orgullo. Y sí, nos había visto de viejecitos, viendo la tele, cuidando del jardín y paseando de la mano. Pero bueno... ¿quién no se ha montado alguna vez una peli más grande de la cuenta?


Y es que a pesar de que a mí se me llenase la boca con mi actitud de feminista liberada (como Carmen Alborch) asegurando que "era sólo una aventura" y que "disfrutaría de ese ruso de 21 años y metro ochenta mientras pudiese y que, después, me quitasen lo bailao", en realidad tengo que confesar que, a lo largo de estos meses, me ha gustado cada vez más y más.

  
El Ruso se bajó de mi coche hace 24 horas, seguramente para empezar una vida con su novia "a la que conoce de toda la vida" y "que es parte de su mundo", después de reconocer que "se había portado como un mierda" y de desearme que "ya vendría otro que me tratase mejor que él" (a lo que yo, en un gesto de patetismo SIN LIMITE, le respondí que "yo no quería que fuese otro, quería que fuese él"), no sin antes sugerir que "podíamos seguir viéndonos como hasta ahora" ya que "lo que tiene con ella es diferente a lo que tiene conmigo". Huelga decir que yo me negué a esta última propuesta... ya que la figura de "la otra" es preciosa en la poesía y en la copla, pero muy poco agradecida en la vida real. También sobra decir que, desde entonces, el mundo es un poco más gris: ni el arcoiris gigantesco que vi esta mañana desde el autopista mientras iba al trabajo tenía el menor brillo o el menor sentido. 

Pero sobreviviré. Yo soy un superviviente. Mi segundo marido, al abandonarme (por otra mujer, por cierto, que menudo tino para los hombres tengo yo) me arrancó el corazón y le echó sacos de sal. Desde entonces yo viví en el desierto, y eché raíces en el infierno... pero El Ruso había llegado por sorpresa, trayendo juventud y alegría y, en cierto sentido, me salvó. Ahora me quedo con su recuerdo, con sus comentarios absurdos y sus silencios besugueros, y con las cosas que me enseñó; a cambiarle la fecha al movil, a usar bien la calefacción de mi coche, a conducir por terrenos escarpados, a no temer a los perros de razas peligrosas... 

Pero bueno... por mucho que lo asuma y lo lleve dignamente, no quita que me apene. Yo, en el fondo, sabía que él no era mi Mr. Darcy... pero a saber cuándo aparece éste, si es que lo hace. Ahora que todo ha acabado veo que El Ruso ha sido, un poco, como Tag para Rachel K. Green: un precioso regalo previo a encontrarse con su verdadero amor. Un regalo que apareció cuando el verano empezaba a esfumarse, y que se va cuando el invierno está en lo más crudo. 


Ahora sólo queda consolarme un poco y reponerme. Viendo lo visto he decidido que me voy a consagrar a la ciencia: si los hombres no son lo mío, al menos haré algo útil para la humanidad o mi curriculum. Seré como uno de esos monjes medievales que consagraban su vida a iluminar manuscritos con dibujos de dragones y textos clásicos. 

Si al menos no fuese abstemio podría beberme una botella de vino blanco, y olvidar. Si al menos no estuviera a dieta podría ahogar mis penas en helado de caramelo del Mercadona. Pero como no me voy a tirar al barro me he comprado algunas cositas en Amazon, que es el consuelo que encontramos la gente lista cuando tenemos algún disgusto.
Adiós, Ruso. "Siempre que el viento sople en el campo pensaré: Lowenstein... Lowenstein..."

martes, 31 de enero de 2012

Primer verano, por Wallace Wells.

Cuando era pequeño mi madre tenía una costumbre muy fea: enviarme en las vacaciones a campamentos de verano. Con trece años tuve que pasar una semana en unas montañas con otros pre-adolescentes que acababan de descubrir lo que era la masturbación. Si los crímenes del Lago Cristal se hubieran cometido con lefa en vez de sangre habríamos hecho una perfecta reconstrucción. Pero vayamos por partes, pues además del sexo y el terror también hubo lugar para el nacimiento de mi primer AMOR.

Al llegar, un hombre y una mujer hacían crucecitas al lado de nuestros nombres. Eran nuestros monitores. Ambos tenían unas larguísimas cabelleras negras, como indios norteamericanos o como la Pantoja, y medían más o menos lo mismo. De espaldas eran prácticamente idénticos. Además, eran hippies y pareja, así que a menudo ella llevaba la ropa de él. Todo esto provocaba siempre hilarantes episodios de confusión entre la muchachada, pues hasta que no los veías de frente nunca estabas seguro de si era Monitor o Monitora. La única diferencia es que Monitora iba siempre pegada a una guitarra tocando canciones sin parar.

Las habitaciones estaban divididas en habitaciones para chicas y habitaciones para chicos. A mí me asignaron una de chicos. Tenía dos compañeros, uno feo y Él. Desde el principio Él y yo hicimos muy buenas migas. Él practicaba natación y yo jugaba al baloncesto, y aplaudió mucho mi idea de haberme llevado al campamento un walkman con el Grandes Éxitos de Michael Jackson –también había traído el de Roxette pero lo escondí hábilmente al fondo de mi mochila y nunca se lo dije-.

A las ocho de la mañana Monitora recorría los pasillos despertándonos a todos con su guitarra para ir a desayunar. ¡Cómo odiaba esa guitarra! El desayuno consistía en unas tristes galletas María y zumo de naranja concentrado. A Él y a mí nadie nos dijo que el zumo concentrado había que diluirlo en agua para beberlo y al tercer día teníamos ya una diarrea que no tosíamos por miedo a cagarnos encima. Y tras los desayunos pues las típicas actividades de campamento: deportes, rutas con animales, manualidades, …

En uno de los cambios de una actividad a otra, Él me dijo que le siguiera por un huertito de lechugas, que íbamos a fumar. Obviamente no teníamos cigarros ni mechero pero Él había robado de la cocina unas cerillas y un tronquito de canela. En ese momento me pareció un héroe. Él le dio la primera calada y luego me lo pasó a mí. Entre el olor, el sabor de la canela y los restitos de saliva de Él, me imaginaba que le estaba besando en una pastelería turca.

Todas las noches antes de dormir, caían uno o dos pajotes en la habitación. Cada uno se trabajaba lo suyo, eso sí, que Él era hetero. Yo me imaginaba siempre a Él.



Mi fantasía era que nos peleábamos entre sacos de canela y acabábamos destrozándolos y revolcándonos entre las lechugas, y la canela y las lechugas se mezclaban mucho embriagándolo todo de aroma y sabor. Probablemente también sea la fantasía de Ferrán Adriá.

Como decía, esto de los pajotes pasaba todas las noches. Todas menos una, pues por la tarde había estado comiendo galletas en la cama y por la noche se había llenado de hormigas. Fui a hablar con Monitor:

- Monitor, Monitor, mi cama está llena de hormigas, ¿qué hago?
- No soy Monitor, soy Monitora. Pregúntale a Él si puedes dormir esta noche con él.



Otra noche Monitora nos llevó a los mayores al bosque a contarnos historias de miedo. Yo no estaba muy conforme.



Nos sentó en círculo y empezó con los relatos cuando de pronto salió de detrás de un árbol un tío con una sábana gritando –era Monitor- y todos salimos corriendo con el corazón en la boca. Con la estampida tropecé con la maldita guitarra y se me rompió una chancla. Cuando se lo conté a Él me dijo que se la dejara un momento y eso hice. Me devolvió la chancla arreglada.



Y así pasó la semana y terminó el campamento. Mientras Monitora tocaba unas canciones tristísimas de despedida iban llegando nuestros padres a recogernos. Los padres de Él llegaron antes que los míos. Yo le veía hablar con ellos y hubo un momento en que me señaló. Al poco vino hacia mí con un papel donde había apuntado su dirección y su teléfono de casa. Y se fue. Monitora seguía tocando la guitarra. Quería meterle la estúpida guitarra por el coño –desde luego hay gifs de cualquier cosa, ¿eh?-.


sábado, 28 de enero de 2012

La que faltaba, por Emmett Honeycutt.

Pues eso, la que faltaba por rellenar esto:


Saberte un disco de memoria: yo soy la persona más desmemoriada del mundo (Cameron se preocupa mucho a este respecto). Lo olvido absolutamente todo: fechas, polvos, exámenes, peleas… Todo menos las letras de las canciones, que me las aprendo de pé a pá con sólo 2 ó 3 escuchas… Siempre pienso que si alguna vez fuese a Operación Triunfo, mientras los demás están en esa clase de aprenderse la letra, yo iría un paso por delante, ensayando coreografías y eligiendo vestuario antes que los demás.


Hacer voodoo: ¡Sí! Yo tuve una época en mi adolescencia en la que me tomaba estas cosas super en serio… Jugaba a la ouija con mis amigos, hacía conjuros, paseaba a la perra con una estaca por si aparecían vampiros, e iba mucho a Natura. Buffy era (y es) mi modelo a seguir. Y, claro está, también hice voodoo alguna vez, a una chica de mi clase a la que odiaba y que a los 14 dejó el colegio porque se quedo embarazada. Así que parece que funcionó.


Aprobar un examen sin estudiar: muy frecuente en mí. Aunque Cameron piense que no, yo soy muy inteligente.


Terminar la carrera: estoy a punto de terminar la segunda.


Ir a una fiesta que dure dos días: este verano estuve en un festival con Wallace y más amigos (véase Arroz Salvaje), y fue una fiesta continua de 5 días… De las mejores semanas de mi vida.


Emborracharte: el día que ha contado Wallace en el que acabó durmiendo en el suelo del baño mientras la gente meaba con los genitales pendiendo sobre su cabeza, yo estaba vomitando sangre por la cocina, el dormitorio de mi amigo y el salón, en dónde una chica se resbaló y acabó de esta guisa.


Este es sólo un ejemplo… otra noche me emborraché tanto que me acabé enrollando con Marc Anthony.


Enamorarte: me he enamorado locamente en 4 ocasiones. Las 3 primeras fueron entre los 15 y los 19-20 años, siempre de mis mejores amigos y siempre no correspondido. La cuarta fue de mi novio.
Hace ya más de 2 años que mi corazón está intacto… Se aceptan pretendientes.


Enamorar a alguien: a mi ex evidentemente le enamoré… aunque tardase 4 días en irse con el ex de Wallace.
Aparte de eso, hace un par de años me enteré que un amigo estuvo enamorado de mi un tiempo… Y actualmente tengo al chico de la cita del otro día haciendo planes para el casamiento, pero creo que le voy a cortar el royo pronto.


Leer un libro del tirón:...


Besar a alguien de otro continente: pfff… mejicanos, americanos, canadienses, argentinos, cubanos, un vietnamita, un marroquí (que era CLAVADO a este), portugueses, británicos, italianos, franceses, rusos… hasta canarios.
Dicho así parezco un poco zorra.


Tener sexo en tu lugar de trabajo: trabajar es de pobres.


Tener sexo en un lugar inusual: además de playas y campo (de noche y de día), coches, baños, cuartos oscuros, garajes… el sitio más raro donde lo he hecho ha sido en la sala de radiografías de un hospital, con un medico.


Tener sexo con una persona que acabas de conocer: ¿Yo? Nunca.


Ser infiel: eeeeeh… aaaaahm… estoooo…


Mentir y que no te pillen: soy la persona que peor miente del mundo, pero sí, alguna vez me ha salido bien (mientras mi ex no descubra este blog…).


Escuchar la novena sinfonía de Beethoven: no sé… ¿es esta?


Confessions on a blogfloor, por Cameron Tucker.

Como la vida de un profesor/estudiante en enero no tiene nada de bonito ni de interesante (horas y horas de corrección y estudio no dan para muchas aventuras) he decidido plagiar (vilmente) la iniciativa de Wallace y, así, contar algunas anécdotas emocionantes y sórdidas, a ver si así me quito el sambenito de Charlotte York de una maldita vez. Y es que, que os quede claro que, aunque mi vida ahora sea ordenada y discreta, casi de señorona victoriana, hubo una época en la que mi día a día era una temporada cualquiera de Jersey Shore... He aquí, pues, mi respuesta a esta lista de cosas:

 - Tener sexo con una persona que acabas de conocer: Bueno... Esa es una de las ventajas de ser mariquí, ¿no? Y quien diga que no, MIENTE.
- Tener sexo en tu lugar de trabajo: Cuando lo tuve aún no sabía que, unos años después, ese lugar se convertiría en mi lugar de trabajo. Sí, he hecho el amor en la Universidad de Woodsboro. En los baños del rectorado de mi antigua facultad. Y digo "hecho el amor" porque fue una cosa bonita y formal, con mi novio de aquella época, y no una cosa sórdida y oscura.
- Tener sexo en un lugar inusual: Siempre que leo esta pregunta me acuerdo de la respuesta que, en un capítulo de Friends, dio Phoebe: "En Milwaukee". Pero no, pensando en mi biografía sexual... ¿es un Burger King lo suficientemente inusual? Si no lo es también tengo un ascensor, una gasolinera y, atención, una rotonda boscosa.
- Viajar a otro continente: Claro que sí, soy un viajero profesional.
- Besar a alguien de otro continente: Esto no, pero sí he besado a hombres de fuera de nuestras fronteras. Y cuando digo "besar" ya sabéis a lo que me refiero. En mi heterogenea lista está El Ruso, por supuesto, pero también un chico inglés y, oh sorpresa, un cubano y un marroquí. Toma sordidez intercultural. Eso sí, retomando el sentido original de la pregunta, me acuerdo de mi primera vez en Nueva York paseando por el Village cuando un rubiasco joven (que se parecía a Sam Evans) me pidió firma y apoyo para una propuesta a favor del matrimonio gay en el Estado de Nueva York. Yo, por guapo y por concienciado, le di cinco dólares y nos pasamos media hora hablando. Le conté que venía de España y que aquí nos podíamos casar y tener los mismos derechos que cualquiera. Él me idolatró por exótico, yo le idolatré por guapo y, si no hubiésemos estado en mitad de la calle, habría sido pasto de la categoría "Tener sexo con una persona que acabas de conocer".

 - Enamorarte: Sí, dos veces. De mis dos maridos, claro está. La primera vez fue una maravilla gloriosa, que está a punto de cumplir su décimo aniversario. La segunda vez fue una pesadilla terrorífica que me hizo tocar fondo.
- Enamorar a alguien: Espero que sí... Hay un hombre que bebe los vientos por mí desde los noventa. Es encantador y profesor también, somos tal para cual. Y ha sido, probablemente, el único hombre que me ha tratado como la reina que realmente soy, pero no me pone... Lo tengo ahí, de reserva, por lo que pueda pasar.
- Aprender a tocar un instrumento: Soy MUY melómano, pero las personas con una incapacidad matemática como la mía no tenemos la menor habilidad musical.
- Saberte un disco de memoria: ¿Y quién no?
- Leer un libro del tirón: Soy tan bibliófilo que a veces se me va de las manos. La última vez que leí algo del tirón fueron los tres volúmenes de "Los juegos del hambre": más de mil páginas en cinco días.
- Meterte en una pelea y salir vencedor: Hace unos años, unos amigos y yo sufrimos una agresión homófoba. Ni que decir tiene que no salimos victoriosos físicamente, pero sí moralmente. Me rompieron el labio (aún tengo una pequeña cicatriz), pero eso sólo me hizo convertirme en un luchador aún mayor por los derechos civiles y por la visibilidad. Aquel puñetazo rompió las puertas de los pocos armarios que aún quedasen en mi alma.
- Escribir un libro: Estamos trabajando en ello... Soy un amante de la literatura y de la escritura, y tengo algo bastante completito a punto de terminarse. Ojalá vea la luz. En lo académico, huelga decirlo, sí tengo muchas cosas publicadas.
- Ser infiel: JAMÁS.
- Emborracharte: Cuando la gente se entera de que llevo más de un año sobrio (vamos, que me he hecho abstemio, pero me gusta enunciarlo así de amaricanamente) cree que soy mojigato y timorato... No. Sólo intento conservar neuronas para mi tesis. E intentar contrarrestar la sistemática limpieza étnica que de ellas hice en mi alocada juventud. Creo que bastará que os diga que no recuerdo 2003. 
- Pujar por ebay por mas de cinco euros: Y por cincuenta... Soy un gran amante de las compras culturales por internet.
- Terminar la carrera: ¿LA carrera? Dirás laS carreraS, las tres carreras.

viernes, 27 de enero de 2012

El fin del mundo, por Wallace Wells.

Con esto de que se acaba el mundo he recibido un email interesante sobre cosas que hay que hacer antes de morir, veamos cuáles he hecho y cuáles no:

Aprender a tocar un instrumento: De pequeño tenía un órgano enorme (risas enlatadas) y aprendí a tocar un par de canciones de Enya. Era tan grande que necesitaba ocho pilas de las gordas así que cada vez que se gastaban era una odisea ir a comprarlas y al final lo dejé y gracias a eso empecé a ligar.

Saberte un disco de memoria: No solo un disco sino toda la discografía de Mecano, pues mi madre tenía casi todos los discos y fue lo primero a lo que tuve acceso. Realmente yo de pequeño daba asco.

Viajar a otro continente y besar a alguien allí: Esto queda pendiente. He besado a dos australianos, un argentino y un boliviano pero todo en Europa.

Vivir un fin de año en París: Esto sí, comiendo las uvas delante de la Torre Eiffel, y debo decir que el espectáculo de fuegos artificiales no es tan grandioso como para pasar el frío que yo pasé.

Tener sexo con una persona el mismo día que la conoces: En este campo mi mayor éxito fue tirarme al dj de una discoteca en un cuartillo pequeñísimo que usaban los empleados para cambiarse. Como ocurrió un par de días antes de Halloween el cuartillo estaba lleno de boas, disfraces, maquillajes… parecía que estaba follando en el tocador de Boris Karloff. Y para boa lo que tenía el dj entre las piernas (más risas enlatadas).

Tener sexo en tu lugar de trabajo: Pues sí, también. No con un cliente sino con un compañero en el restaurante.

Leer un libro del tirón: Soy muy fan de Amélie Nothomb, una escritora belga que es contorsionista, come frutas y verduras podridas, fue bulímica y anoréxica sucesivamente, alimentándose de su propio vómito en ocasiones, viste siempre de negro, nunca se peina y siempre usa pamelas para tapar su gigantesca frente. Y además escribe como nadie. Todos sus libros los he devorado en el mismo día que me los compro.

Tocar un arma: Precisamente ayer estaba buscando un cinturón en el cuarto de mi hermano. Abrí un cajón de su armario y encontré una pistola. La miré, la cogí, comprobé que pesaba como yo imagino que pesaría una pistola de verdad, me obligué a pensar que era una pistola de perdigones para cazar patos, cerré el cajón y volví a mi habitación. Así somos en mi familia.



Hacer paracaidismo: Preferiría que se acabara el mundo.

Meterte en una pelea y salir vencedor: ¡Lo he hecho! En el Instituto tenía un compañero de clase que además era vecino de mi barrio y por una cosa o por otra entramos en una espiral de insultos y chismes hasta que la situación no se sostenía más por ningún lado y una noche que yo estaba sacando a Beethoven de paseo con dos amigos me encontré con él y sus primos. Como no estábamos en el colegio era el momento perfecto para solucionarlo todo así que nos liamos a palos. De pronto me vi agarrándolo del cuello mientras escuchaba puñetazos y patadas a mi alrededor y a alguien gritando “¡Coged a Beethoven!”. Cuando nos separaron le escupí y debió pensar que mi saliva era tóxica porque el pobre se puso a llorar.



Escribir un libro: No, pero sí tenía un Fotolog muy famoso que cuando lo cerré hasta recibí en mi buzón una nota anónima escrita con barro donde se me pedía que volviera.

Hacer el amor en un sitio inusual: Los sitios más raros donde lo he hecho han sido -aparte del cuartillo del dj- sobre la mesa de un salón y detrás de una estación de autobuses. Nada tampoco del otro mundo.

Ser infiel: Solo de besos, nada para volverse loco.



Emborracharte: La vez que yo recuerde que más bebí fue un día que Emmett y yo fuimos a casa de un amigo porque íbamos a salir por la noche, empezamos a beber y de pronto me desperté tumbado en el cuarto de baño con un hombre feísimo haciéndome una felación, cuando intenté levantarme no podía y los demás tuvieron que mear conmigo tirado por todo el cuarto de baño como una alfombrilla de ducha. Al final salieron todos y me dejaron en el suelo. A la mañana siguiente descubrí que Emmett se había puesto peor que yo y que habíamos sido los únicos que no habíamos salido, lo que nos unió todavía más, jaja.



Había muchas más cosas para hacer pero son tonterías como enamorarse, escuchar la novena sinfonía, pujar por eBay o terminar una carrera y además me estoy deprimiendo al comprobar que aun estoy en mi veintena y me quedan pocas cosas importantes por hacer antes del fin del mundo.